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La Espirituana

El rey de las fibras

El rey de las fibras

Escoltado por el lomerío que se erige majestuoso y casi alcanza el cielo con la cúpula, Alexis hace gala de su don, ese que lo acompaña desde que era un adolescente y sentía la atracción por la artesanía utilitaria o decorativa.

   De la madre y la hermana le llega la gracia, porque ambas confeccionaban sombreros y otros objetos con una maestría innata; pero su determinación sale a galope durante la etapa de estudiante de secundaria, cuando en predios trinitarios se deleitaba viendo a los creadores de renombre dando forma a las fibras.

¿Empírico o con cierta formación?

Totalmente autodidacta, solo contaba con la inspiración, la vocación y el deseo oculto de trabajar las fibras. Al salir del Servicio Militar General comencé a laborar en el Kurhotel de Topes de Collantes, pero mis inquietudes artísticas crecían, entonces preparo una muestra de objetos en cesterías, sombreros, carteras, animales, para presentarla al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), fue valorada y con solo 18 años era miembro activo del mismo.

De Topes a Trinidad salí con ansias de aprendizaje, cualquier influencia de los artesanos del patio era válida en mi formación, por eso recuerdo la maestría de Rafaelito Tiembla Tierra, así le conocían al que mejor trabajó la fibra en este lugar, aunque con un estilo un tanto primitivista. Durante mucho tiempo tejí en el Callejón, frente a la Canchánchara y en otros sitios del Centro Histórico.

De esa etapa, cuáles son sus mejores recuerdos?

Todos fueron válidos, porque asimilaba cada creación con la inconformidad del artista que busca perfeccionar su técnica y sigue por ese camino hasta darse a conocer, en este sentido agradezco también las enseñanzas de Felipe, otro de los buenos, y no olvido mi etapa en el Hotel Trinidad del Mar, rodeado de turistas que observaban cada movimiento mientras daba rienda suelta a la imaginación y al final me decían: “Me quedo con esa obra”.

¿Por qué regresa a su terruño?

Hace tres años me establecí definitivamente en Topes, poco después comencé a preparar una nueva exposición y al mismo tiempo colocaba en la pared delantera de mi casa en construcción, las piezas terminadas para que el aire las puliera bien, algunas personas se detenían a mirarlas e insistían en comprarlas, entonces solicité un permiso para vender como trabajador por cuenta propia e incorporé objetos confeccionados por el resto de la familia: collares, tapetes tejidos, textiles, souvenirs; aunque continúo vinculado al FCBC.

Su casa es una pequeña galería entre montañas. ¿Tiene aceptación este trabajo?

Mucha, al principio pensé que no resultaría y para sustentar los ingresos económicos inauguré, además, el punto de venta Nro. 1, de la Agricultura Urbana, con frutales, granos, dulces y viandas, salidas de mi propia finquita y de las tierras de otros campesinos; pero la artesanía fue cobrando fuerza y ahora es raro el día en que no acudan a mi casa personas de muchas partes de la isla, incluso, del exterior, porque en Topes hay gran afluencia del turismo de naturaleza.

¿Le alcanza el tiempo para tantas ocupaciones?

Mi esposa me ayuda mucho, pero no pienso renunciar a ninguna de las actividades, los mismos que aprecian la muestra de artesanía, disfrutan comer un melocotón de los que siembro en ese monte, un puñado de cerezas rojas o un mamey, son frutas exóticas que a veces no se encuentran en el llano y aquí abundan.

Los trabajos en fibras de guiniquiqui, yagua, hojas de plátano, palma o yuraguano, los hago preferiblemente de noche, cuando me siento frente al televisor, entonces paso horas mirando la programación y tejiendo; pero el arte no se programa, ese sale, poco a poco, cuando surge la inspiración.

¿Algún reconocimiento por su obra?

Sí, muchos, en los salones de la Asociación Cubana de Artesanos, en FIART 2010 cuando asistí con una amplia compilación de animalitos que fueron un suceso, en varios eventos regionales a los que fui invitado dentro y fuera de Trinidad. Pero el mejor reconocimiento es el de saber que mis ranas, cangrejos, majaes, tortugas, lagartos y otros bichitos salen de estas montañas en poder de cualquier persona como amuletos que los acompañan a todas partes de Cuba o del exterior, incluso, algunos vuelven por más.

Foto: Vicente Brito

 

 

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