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La Espirituana

Mujeres de campo y sol

Mujeres de campo y sol

Sencillas, de mucha acción y con una delicadeza que denota ternura a pesar del trabajo duro que realizan, las ocho mujeres integrantes de la brigada de viveros, perteneciente a la Unidad Silvícola Cacahual, única de su tipo en el municipio de Sancti Spíritus, asumen cada día el reto de su labor, movidas por una pasión casi nunca percibida en otros frentes donde el desempeño se torna más fácil.

Sentadas sobre el suelo liso y limpio, en medio de los cercados llamados alfombra, que en breve se convertirán en canteros repletos de posturas, llenan miles de bolsas por jornada, en una posición incómoda pero necesaria, porque permite colocarlas en hileras y, a su vez, utilizar la pequeña pala para llenarlas de tierra.

A un costado llama la atención el parabán que de forma artesanal fue construido por José Luis, carpintero de la brigada, para protegerlas de los rayos del sol que pasadas las nueve de la mañana ya empiezan a acariciar sus rostros. Ellas usan un atuendo, similar al de las residentes en países árabes, pero siempre el astro mayor deja su huella.

La luz del día las sorprende en medio del campo. Es el momento de conformar el vivero; antes, se seleccionó el terreno, esta vez distante a unos 2 kilómetros del asentamiento del Entronque de Guasimal, sitio donde residen casi todas las integrantes del colectivo.Olga Lidia Pérez García, la jefa de brigada, resume en pocas palabras el quehacer cotidiano: “Nos ocupamos de aviverar distintos tipos de plantas para entregarlas a los grupos de reforestación de la Empresa Forestal Integral, los cuales se dedican a restablecer la vegetación de las cuencas en ríos y presas, o crear fincas forestales y ecológicas, según corresponda.“Seis hombres nos apoya en el acondicionamiento del terreno -agrega- primero chapean el marabú, aran, cruzan, bulldocean, nivelan el lugar y hacen los cordones de tierra en los alrededores, la misma que después ciernen y depositan en las alfombras para utilizarla en el llenado de las bolsas”.

Durante esa primera etapa, las mujeres salen a los montes en busca de semillas de variedades maderables y frutales, las seleccionan, procesan y almacenan para luego emplearlas en la reproducción.Miriam Ogando González, de 31 años, es una de las que  más reporta en el llenado de bolsas, unas 3 000 por jornada. Al acercarnos a ella que apenas levanta la vista del suelo sobre el cual permanece sentada, observamos la destreza que mantiene con la pequeña pala.

A diferencia de las demás conforma varias hileras de una vez y se desliza suavemente por la tierra para ganar el espacio perdido.“¿Que cómo me las arreglo con mi pequeño hijo? Muy fácil -dice-, cuento con la ayuda de mi hermana que lo cuida para yo venir al campo, comenzamos temprano y no perdemos tiempo; luego, al llegar a la casa agradezco cada día las ollas que el Comandante nos envió, porque es un gran alivio para nosotras las trabajadoras”.

Ante la mirada de Idolidia, la más destacada de la brigada, tratamos de encontrar una respuesta a su integralidad, a su consagración. Después de apreciar los movimientos y la forma constante de ejecutar cada paso del trabajo, supimos del amor que siente por las plantas.“Disfruto siempre que veo brotar la ramita dentro de la bolsa, sigo su evolución hasta el final, algunas veces cuando ya están crecidas me deleito mirándolas a los lejos y las imagino grandes, frondosas en cualquier lugar”, expresa sin temor esta mujer de 53 años.

En marzo se inicia la siembra, porque es el mes apropiado; más tarde vienen los procesos culturales, el escarde, riego, la selección… Las posturas son muy delicadas, como bien dice Olga Lidia, pero cuentan con la asesoría  de un experimentado técnico forestal, Noel González, quien lleva más de 20 años en esta misma actividad.

El año anterior 310 000 posturas de majagua, cedro, caoba de Hondura, caoba africana, bienvestido, algarrobo indio, macacia, chirimoya, pera, manzana y guayaba crecieron gracias al empeño y la dedicación de estas mujeres, quienes, según refieren, cuentan con las  condiciones necesarias para realizar su labor y reconocen las atenciones que les brinda la empresa a la cual se subordinan.

Cerca del río Cayajaná, principal fuente de agua utilizada en el riego de las plantas, se forma una vez más el vivero de la Forestal en Sancti Spíritus por espacio de tres años permanecerá en el mismo lugar, hasta tanto se agote la tierra removida. Después irán al anterior sitio donde ya la capa vegetal recuperó sus nutrientes y puede ser utilizada nuevamente.

Horas de infinito quehacer rondan a las ocho mujeres de la brigada; empeños por cumplir salen junto a ellas cada día para el campo. Mientras trabajan sobre el suelo negro, comentan el último capítulo de la telenovela de turno, hablan del hijo que dejaron en casa o del estímulo que recibieron por ser destacadas en la emulación. La motivación está presente, mucho más ahora, con el aumento de sus salarios básicos y las nuevas formas de pago que se aplican según los resultados productivos por área.

El Sol en lo alto del cielo anuncia la llegada del almuerzo. Todas necesitan un receso porque sus espaldas están tensas después de la faena rendida; los hombres sueltan las palas y las carretillas cargadas de tierra y hasta Luis, el carpintero que les construyó un baño y un pequeño cuarto para guardar los implementos, se apresura en bajar del palo para sumarse al descanso, a la sombra de árbol gigante que creció a la orilla del camino. (Fotos: Vicente Brito) 

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