Blogia
La Espirituana

Puedo estar haciendo mi propio ataúd

Puedo estar haciendo mi propio ataúd

Jamás imaginé convertirme en carpintero y cuando aprendí el oficio pensaba en hacer camas, asientos, puertas, cualquier mueble; pero no ataúdes. Eso fue algo que llegó sin proponérmelo, empecé en esta fábrica como ayudante y desde hace ocho años pasé a este oficio.

Buscar acomodo para el reposo final no es tarea fácil. Nada me impresionó más que la primera vez que me enfrenté solo a la mesa de carpintería, las manos me temblaban, sentía hasta escalofríos, el olor de la madera de pino se me colaba hasta el estómago. Medía una y otra vez las tablas para hacer el cajón, no encontraba la forma de colocarle el fondo, los cabezales, la tapa, el cristal… ¿y sabes por qué? Me parecía que estaba fabricando mi propio féretro.

Eso no resulta fácil, una vez llegué a La Sierpe, al funeral del abuelo de mi esposa, y desde que miré el ataúd supe que lo había construido yo. Uno conoce lo que hace porque le imprime un sello, una marca, para poder identificarlo en caso de cualquier reclamación.

Desde muy temprano llego a la fábrica, aquí todos nos llevamos bien, porque entendemos lo sensible de esta labor. Como trabajadores de Comunales tenemos la misión de prestar un servicio, que a nadie le gusta, pero alguien debe hacerlo, ¿no?

Luego uno se acostumbra, pasa el tiempo y a veces hablamos de otros temas mientras claveteamos o cortamos la madera, pero cuando la mente se concentra en lo que tenemos delante se nos erizan hasta los pelos.

A pesar de los años que llevo como carpintero de ataúd, lo más duro para mí es tener que hacer el de un niño; en ocasiones me han buscado a deshoras o un domingo, porque se produjo un accidente, un ahogado y debo fabricarlo al momento.

Nosotros tratamos de tener un stop de féretros de diferentes medidas para surtir a los ocho municipios, esta es la única fábrica de su tipo en la provincia; pero se presentan situaciones como, por ejemplo, un fallecido de una talla y peso superior a lo normal y mientras se prepara el cadáver nosotros construimos la caja.

En el centro me buscan para todo, si se rompe la sierra, allí estoy tratando de encontrar la solución, capacitando a los carpinteros más jóvenes, controlando la calidad en el proceso de acabado o preparando la próxima asamblea de afiliados, porque soy también el Secretario de la Sección Sindical. Pero me siento útil y le doy mucho valor a mi trabajo.

Roberto Raúl Valdivia tiene 43 años, dos hijos pequeños que son su pasión, es jocoso y cordial. Al término de esta entrevista me dijo: “Disculpa periodista que no le diga: aquí estoy para servirle, ojalá nunca tenga que hacerlo desde este lugar”.

 

0 comentarios