Alfareros por vocación
De generación a generación pasa el quehacer artístico de los Santander, una familia de alfareros que desde la época de la colonia habita en la añeja villa de Trinidad, sitio premiado por sus paisajes naturales, bellezas arquitectónicas y playas de azules aguas y blancas arenas, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Al decir de Neidis, la única mujer alfarera de esta familia, Rogelio, su abuelo y antiguo dueño del taller grande por donde pasaron todos desde que eran pequeños, vivió enamorado del barro, por eso trabajó hasta sus últimos días; no podía desprenderse de él, pero dejó un legado de enseñanzas que sus continuadores agradecen, desde Oscar, Azariel y Daniel, hasta los más jóvenes.
Mezclas de arcillas, esmaltes y pigmentos que devienen colores utilizados en la decoración final se impregnan en los jarrones, ánforas, macramés y otros objetos salidos de las manos de estos realizadores, los cuales enfrentan el rescate de la técnica del bruñido, muy de moda por estos tiempos en creaciones europeas y aplicada aquí por sus antepasados. La temática de la ciudad vinculada a las iglesias, calles empedradas, parques,vitrales y otros sitios distintivos de la misma, aparecen reflejadas con maestría y decoro en cada una de las piezas que conforman la amplia colección de barro.
Turistas de diversos países que visitan la ciudad recorren con sistematicidad los talleres de los Santander para adquirir y llevar hasta sus países, objetos que sirven de souvenires y les recuerdan a Trinidad.(foto: Helena Farfán)
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